Pollo para cenar

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La mesa era de esas mesas que tiene la rugosidad original de la madera, sí, de esas que no han sido pulidas con esas maquinas gigantes con las que realizan productos en serie como si fueran galletas. El ambiente estaba tranquilo y el murmuro de la gente se hacía presente desde cualquier rincón de la sala.

Ya había pedido, era una de esas posadas antiguas, en las que no hay muchas posibilidades para elegir. Cada día había un plato diferente, eso sí, todas las semanas se repetía el mismo orden de los platos. El jueves tocaba pollo con una guarnición en la que algunos de sus componentes no se distinguían muy bien a simple vista. Siempre iba acompañado de un vaso de vino el cual había sido elaborado en una bodega no muy lejana de la posada.

El pollo era delicado y jugoso, con un sabor algo anaranjado y algo picante debido a la pizca de pimienta que se apreciaban. El sabor podía definirse con una palabra:¡ majestuoso! Y la textura, mejor no hablar de la textura, era increíble.

Estaba claro que el jueves era un buen día para ir a comer a la  posada.


 




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